CIUDAD DE PRESOS
· CIVITAS ET URBIS CAPTIVIS ·
CREO
" Creo en Dios Padre todopoderoso de Baruch.
Creador de siete Mares y un
único continente final.
Creo en Jesucristo, un Hijo
sin miedo, nuestro Jardinero;
que fue concebido por obra y
gracias a un Amor Creador.
Nacido de Mujer, María.
Padeció bajo toda forma del poder
fue crucificado,
muerto y sepultado; descendió a los
nueve círculos que imaginó Dante
y dibujo un catalán.
Al tercer día, uno antes que Lázaro,
ascendió de entre los prescindibles,
subió a uno de los cielos y está
sentado al centro del Parnaso,
junto a Jorge Luis y a los elegidos
por el manco de Lepanto.
Desde allí ha de venir a mostrarnos
que el infierno no existe
y si muchos cielos encausados.
Creo en el Espíritu creador del Arte,
en las Santas y más en las Prostitutas,
la Comunión de los Pueblos;
el perdón de Judas, de su innecesario abuso,
y
en el olvido como la mayor libertad,
la resurrección del amor que nos tenemos y
del bien que te deseo;
creo en la belleza de una vida simple.
Amen, y alcanzará. "
Sinopsis
La obra, como conjunto, comprende una Colección que se titula "CIVITAS ET URBIS CAPTIVIS", o en su castellanización final como CIUDAD DE PRESOS, y está íntegramente escrita desde el Pabellón 14, Federal, de la Unidad Carcelaria de Coronda Santa Fe, su mayor Penitenciaria Provincial.
Pareciera que la forma más general de contar una historia no sea presentando una realidad, sino su recuerdo, vale decir como si los hechos verdaderos ya han sido ordenados y revisado por la memoria, por lo tanto este trabajo
-textos, porque no se a que categorías literarias corresponden- me sirven para intentar dos movimientos: el primero para recrear el "presente puro", un presente que no haya sido simplificado aún por el tiempo; y uno segundo mucho más práctico, para demoler (ciertas) éstas estructuras edilicias y del pensamiento que generaron semejantes espacios anacrónicos y obsoletos, eso tan destructivo de todo lo humano, aunque también una crítica hacía la variedad de los sistemas de Poderes y sus hombres representantes actuantes que los operan (la inmensa mayoría desde las sombras), en especial el del Poder Judicial, que además se presenta detrás de infinitas máscaras, y como actúan y articulan estas complejas organizaciones, y desde luego como se las vive desde el Aquí y el Ahora, desde el interior de la configuración (armadura) Carcelaria, vale decir sus tres categorías:
La Penal, la penitencial y la Premial.
El hombre que va a contar estas historias es el Homo Expiatorium, una figura filosófica en sí (o que pretende serlo) que dice claramente de que habla y a quienes le va a hablar, para qué y por qué desea comunicarse. Hombre que no niega el delito sino que pone en duda el Modus operandi Judicial, las formas constitutivas procesales, las jerarquías probatorias, el Protocolo laboral, y va a demostrar sus zonas espurias, su banalidad.
El Homo Expiatorium va demostrar que no hay sustento discursivo en los procesos, ni formativos en sus intérpretes, y esto sucede porque se ha reconvertido el logos judicial en creencias. Se ha privatizado el ideal de la justicia, se lo ha transformado por subterfugios en vicios condenatorios mecanizados (justicia líquida).